VANITY FAIR: El humor negro y el nacimiento de un cineasta

El humor negro y el nacimiento de un cineasta

Javier Giner estrena el corto ‘El amor me queda grande’ en el Festival de Málaga. Lo hace con referencias a la cultura de los noventa y a la estética pop

Por URBANO HIDALGO | 26 de marzo de 2014
Imagen del artículo

El director Javier Giner junto a los actores Lucía Caraballo e Izan Corchero © Markus Rico

Por alguna razón que desconozco (y que seguramente alguien mucho más listo que yo ya ha descubierto y ha filosofado y escrito sobre ello, y realizado una tesis y colaborado en un sesudo programa de audiencia inexistente y ha analizado y colgado, lleno de citas, en un blog con depresión de Google Analytics), en este país el mejor cine que se ha hecho (y que se hace) es la comedia negra. El humor negro, vamos. El reírse uno hasta de su sombra, de nuestro destino como seres humanos y como país.

Lo hicieron Azcona y Berlanga, lo hacen De la Iglesia y por supuesto el maestro supremo, el sumo sacerdote Pedro Almodóvar. Y lo acaba de hacer Javier Giner en su película ‘El amor me queda grande’ que se encuentra esta semana en la fase final del concurso de cortometrajes del Festival de Málaga. Y el reto no era fácil. Cine negro con sonrisas. Ahí es nada: resucitar el espíritu de los clásicos del thriller clásico americano (en el fondo, quién no ha querido ser una rubia fatal de mirada lacerante y convencer a algún galán de que si nos necesita, que silbe) y mezclarlo con un poco de pop, algo de pluma, mucho de gran dama de la literatura gringa (de las buenas, de Donna Tart y de Lionel Shriver) y de regreso a Europa de John Connolly pero también del añorado Pepe Carvalho de Manuel Vázquez Montalbán, ese personaje salido de una mezcla pavorosamente fértil de Dashiell Hammett, Lazarillo de Tormes y el Libro Rojo de Mao.

Pero al mismo tiempo unido a esa corriente de la modernidad del mejor Madrid y el más canalla. Un Madrid de mañanas de resaca, de domingos en el Qué Maravilla del ínclito Jorge Calvo (que tiene un cameo en la película), y de interminables tardes de reuniones preparatorias para rodar un proyecto cuyo máximo reto fue el tiempo atmosférico. Nada que no pudiera llevar a buen puerto su director y ese equipo de rodaje compuesto por esos extraños individuos cuya mayor pasión es el cine. Y todo eso es ‘El amor me queda grande’. Y a Giner el amor le quedará grande, pero el cine no. El cine es un territorio que conoce y que domina. Son 19 minutos y 15 segundos de cine con mayúsculas. Y se observa desde los títulos de crédito de inicio a los de final, de factura impecable, detalles en los que uno se fija y que le dan la medida del esfuerzo invertido. Seis años y una financiación personal. Ninguna ayuda oficial (que el director no se preocupe, si Almodóvar hubiera tenido que hacer cine con ayudas oficiales otorgadas por la miopía de la Administración pública aún seguiría trabajando en Telefónica). Dos actores infantiles, Lucía Caraballo e Izan Corchero (y reconozco que a mí, en el cine, salvo excepciones, los niños me resultan extraños personajes poseídos por algún espíritu y siempre estoy a la espera de que empiezan a girar la cabeza y griten “puta” mientras escupen) a quienes, además de un evidente talento natural, el director  ha convertido en dos protagonistas solidísimos. Y para ayudarles a construir ese (colorista a la par que noir) universo, Giner se ha rodeado de una eficacísima elección de colaboradores.

Por supuesto los diseñadores de vestuario Pan Álvaro y Xavi Reyes, que han buceado en los mejores momentos del cine y la moda de los ochenta y noventa (esas hombreras del personaje de Lucía merecerían estar en cualquier desfile de la alta costura de París y ser abandonadas después en el El Rastro); una cuidadísima fotografía de Joaquín Manchado, y una música entre hipnótica y post pop del maestro Mariano Marín. Y por supuesto, Mariola Fuentes (esa actriz inconmensurable, heredera de las grandes comediantas del cine español, con la vis cómica y trágica de una Terele Pávez, una Emma Penella o una Amparo Soler Leal, y de quien esperamos un papel protagonista que nos deje de nuevo ahítos como nos dejó en ‘El cielo abierto’. La fórmula, una mil veces empleada en el cine negro, dos personajes se encuentran en un banco y uno cree que su vida será mejor con un crimen por medio (el crimen perfecto, pero también ‘Crimen ferpecto’). No queremos contar más, que no nos acusen de hacer spoilers. ‘El amor me queda grande’ está ahora en ruta por los mejores festivales de cortometrajes. Seguro que alguno le pilla cerca. Vayan a verlo. Podrán presumir de haber asistido al nacimiento de un cineasta.

VANITY FAIR