En mi vida Juan Sardá ha sido como el personaje de Orson Welles de “El tercer hombre”: me he pasado media vida escuchando su nombre sin poder ponerle cara. Todo el mundo hablaba de él pero yo no le conocí hasta la última secuencia, a raíz de la publicación de su primera novela, “Dinámica de los cuerpos eléctricos”. Para entonces, Juan llevaba años colaborando como periodista cultural en multitud de publicaciones (desde el underground barcelonés hasta la información cinematográfica del suplemento El Cultural). En ese primer libro demostró una capacidad asombrosa para crear un misil literario incómodo e incendiario en forma de oda road-trip rabiosa al descontento vital. Ahora, con su segunda novela, se pasa al terreno de la ciencia ficción humanista y decadente (quién se lo hubiera imaginado) presentando una realidad distópica (estamos en el 2080) en la que gran parte de la humanidad ha sido aniquilada y el mundo está dominado por las multinacionales, el terrorismo, los robots y la gelidez de los sentimientos. Ahí es nada. Sardá se aleja desde el primer capítulo de todo lo que se asocia directamente con la literatura sci-fi y, armándose de una estructura de narrativa poliédrica que funciona como un mecanismo de relojería suizo, nos sumerge en un festival de la imaginación. En sus manos, aquello que podría resultar manoseado, aparece atípico, novedoso, incandescente, brutal. Asistimos fascinados a un despliegue de géneros como el thriller político, el drama más íntimo, la literatura erótica e incluso la filosofía existencial. Un cocktail anfetamínico de temas narrativos como la homosexualidad, la familia, las drogas, la autodestrucción y el cine. Leyéndolo, es inevitable pensar en el grupillo literario barcelonés que se va formando alrededor de editoriales como Suma de Letras, Alpha Decay, Blackie Books y muchas otras. De nombres como Miqui Otero, Laura Fernández o Antonio J. Rodríguez, que van produciendo bajo la mirada del capitán Javier Calvo y la sombra del general Casavella. Autores desprejuiciados que se atreven, con alegría, a transitar por ecuaciones poco trabajadas en la literatura en nuestro idioma. Sardá pertenece, sin saberlo y sin querer, a ese grupo. Y es que sólo por la originalidad y el arrojo y valentía suicidas que esconden las páginas de “Taksim”, este libro merece la pena. Como todo el mundo sabe, hacer ciencia ficción en España es cosa de locos. Bienvenida la enfermedad mental si tiene la forma de estas páginas.
GO mag, Abril 2012.