Entrevista a Dustin Hoffman para VANITY FAIR

En el imaginario de todo escritor/periodista existen nombres que recuerdan sueños profesionales. Esas presencias que has conjurado dándote un baño. Personajes que alguna vez has imaginado entrevistar. Normalmente son nombres que no necesitan de un texto de introducción porque sus logros son universales y sus caras y voces forman parte de las millones de historias personales que cada uno de nosotros asocia al cine. El hombre que recogió el Premio Donostia en la Gala de Clausura y que cerró el Festival de San Sebastián con la presentación de su última película (esta vez como director), “El cuarteto”, es, sin duda, uno de ellos. Señores y señoras, con todos ustedes: Dustin Hoffman.

El Sr. Hoffman (me da apuro referirme a él como Dustin) me recibe en su suite del María Cristina. Tiene 75 años y atrás quedan sus inicios como el joven seducido de “El graduado”. Está terminando de comer pero al sentirme entrar recoge rápidamente los platos que descansan sobre la mesa y se disculpa con una sonrisa. Viste de sport y camisa blanca, clásico y elegante. El pelo canoso y la tez colorada. Sanote, que dicen por esta tierra. Tiene maneras de profesional, de los grandes. Sabe que le tocará comer más tarde y que ahora hay que estar a lo que hay que estar: cumplir con el calendario de prensa maratoniano que le han diseñado sus dos publicistas (la española y la americana). Es simpático y afable y todo a su alrededor (las idas y venidas de sus ayudantes) parece funcionar con la perfecta sincronía de un ballet ruso, ningún movimiento fuera de lugar. Sonríe y se disculpa de nuevo, relajándose en el sofá. Me acomete la sensación de estar ante una leyenda viva, menuda de estatura y enorme de proyección. Es el de “Perros de paja” y “Marathon Man” y “Rain Man” y “Kramer contra Kramer” y muchas otras… Comienzo a sudar. Después le miro a los ojos. Y me sorprendo al comprobar que todo en él exuda tranquilidad y disposición, mezclada con una humildad sonriente. Le digo tartamudeando que haremos la entrevista en inglés. Se adelanta y me da la mano: “Lamento no hablar castellano. América debería aprender otros idiomas”. Me ha ganado. Soy suyo. A sus pies, Sr. Hoffman.

Dustin Hoffman presenta en la Sección Oficial “El cuarteto”, su primera película como director. Una deliciosa comedia, entretenida y dulce, en torno a los tejemanejes que ocurren en una residencia de músicos de la tercera edad en la campiña inglesa. Para su debut se ha rodeado de grandes intérpretes británicos que cumplen a la perfección cada uno de sus papeles. Están Maggie Smith y Pauline Collins. Es una película amable (tirando a ñoña) que el público recibirá bien cuando llegue su estreno. Sé que el Sr. Hoffman está aquí por esta película y que toca preguntar por ella. Pero no dejo de pensar en todo momento que lo que me gustaría es pasar dos días seguidos con este hombre para poder extraerle del cerebro todas las historias que se agolpan en él. Una vida dedicada al cine.

Al comienzo de tu carrera trabajaste con grandes directores que revolucionaron la forma de hacer cine, Mike Nichols, Arthur Penn… ¿Sientes nostalgia? ¿Y el Hollywood actual, qué piensas de él?

Buena pregunta. Lo gracioso es que en aquellos días no sabíamos que estábamos viviendo lo que más tarde se conocería como “la época dorada” de Hollywood. No sólo con los directores que has mencionado sino también con Bergman, Truffaut, Fellini y muchos otros. Te hablo de la época posterior a la segunda guerra mundial. De forma rápida, entre aquellos días y el Hollywood actual no hay tanta diferencia como se piensa porque ese tipo de cine, el cine de calidad, sigue existiendo. Ahora se les llama “los indies”, la industria independiente. Pero la calidad del trabajo en las películas de poco presupuesto es idéntica a la que tenían nuestros trabajos en los estudios en aquellos días. Una difencia crucial es que en aquella época los estudios estaban satisfechos con ingresar el dinero invertido. Ahora no, hoy en día, al ser tan caro hacer una película, quieren duplicar y triplicar su inversión. Quieren que los beneficios sean estratosféricos. Es un negocio. Nuestra película, “El cuarteto”, costó alrededor de diez millones, que es una cifra irrisoria para los presupuestos que maneja el Hollywood de hoy en día.

Llevas muchísimos años en la industria y estoy seguro de que has tenido miles de oportunidades y ofertas para dirigir una película. ¿Por qué ahora?

Llevo trabajando en el cine casi 45 años y la verdad es que han sido mis propios demonios los que me han mantenido alejado de la dirección. Ha habido más de una vez en la que he estado a punto de hacerlo. Muy cerca. He llegado incluso a adaptar guiones y tenerlos preparados, pero siempre, en el último momento, me ha fallado el salto. No me he lanzado al trampolín ni a la piscina. Me contaron que Pavarotti se solía poner en la parte de atrás, entre bambalinas, antes de salir a escena y que hubo una vez en la que su  esposa estaba junto a él y le tuvo que dar un tortazo y empujar para que saliera. Imagina a Pavarotti bloqueado del terror que le producía salir a escena (ríe). Creo que finalmente alguien me zarandeó y me empujó a mí. Así que tuve que salir a escena y hacerlo. Fue un guión que me envió el director de fotografía. No sé muy bien por qué dije que sí. Realmente algo debió de cruzarse en mi cabeza, algún cable (ríe).

En la película todos los personajes se preocupan continuamente por lo que decían los críticos musicales de ellos. ¿Pasaba lo mismo en el cine en el pasado? ¿Y en la actualidad, ocurre?

Creo que depende de la película en cuestión. La gente de los estudios se refieren a algunas películas como “películas a prueba de críticos”. Tienen tan claro a quien van dirigidas y tanto dinero para publicidad que no necesitan nada más: suelen ser películas juveniles, para chavales o películas de acción. Sin embargo, las películas independientes siguen dependiendo de la crítica. Necesitan desesperadamente de buenas críticas, casi te diría para poder existir como películas, que se estrenen, etc. Lo que no veo que exista mucho ya es el boca-oreja. La recomendación personalizada que hace que una película que no funciona bien el primer fin de semana, como ocurrió en su época con “El graduado”, logre convertirse en un éxito con el tiempo. Hoy en día si una película no hace un pastón el primer fin de semana, se la cargan y la sacan del cine.

Dustin Hoffman para un segundo y lanza un chiste al aire, rápido y divertido, a uno de sus acompañantes. Privado e intraducible, todos rompemos a reír. Por un momento, la suite se convierte en un jolgorio de risas en varios idiomas. Con una sola frase este actor ha convertido el silencio de una habitación de entrevistas en una reunión de antiguos amigos. Poderío y control del cotarro.

El protagonista de tu película me ha contado que las residencias como la de la película, una residencia para músicos de la tercera edad, existen en la realidad. Son residencias para artistas retirados.  ¿Te gustaría terminar tus días en una?

¿Sabes que ha habido gente que me ha dicho que si existieran les gustaría que fueran como la de la película? (ríe). La película se basa en una obra de teatro de Ron Hardwood adaptada a un guión de cine. Cuando leí el guión le pregunté qué fue lo que le inspiró. Me habló de un documental llamado “El beso de Tosca” que trata de la residencia que construyó Verdi, años antes de morir, para que vivieran en ella músicos que no tuvieran forma de mantenerse a ellos mismos. Es un documental maravilloso. Verdi era tremendamente exitoso y rico y construyó una mansión en Milán con esa idea en mente. Dicen que cuando la vio construida dijo que “era lo mejor que había hecho en su vida”. Imagínate, mejor que cualquiera de sus óperas. Así que vivió en ella los últimos años de su vida y una vez muerto, donó la mansión para que vivieran en ella cantantes y músicos de ópera retirados. La llamó “La casa de Verdi”. Puedes conseguir el documental que inspiró la obra de teatro y mucha parte de la película. Pero esto no responde para nada a tu pregunta (ríe). No, no me gustaría terminar mis días en una. Yo quiero pasar mis últimos días rodeado del amor de mi familia, me vale con un cuartito pequeño.

¿Recuerdas los días que pasaste en Hondarribia, aquí al lado, rodando “Papillon”?

Sí, perfectamente. Estuvimos allí una semana y fue increíble. Es un sitio precioso. ¿Sabes lo que más recuerdo? El empedrado de sus calles.

¿Y qué me dices del Premio Donostia?

Pues mira, me siento tremendamente honrado por un lado. Por el otro, me pone un poco nervioso. Espero que no sea una manera de decirme: “Venga, ya está, ahora date un paseo” (ríe).

VANITY FAIR Septiembre 2012.