carlos, para mí, es dios con minúscula. lo verdaderamente importante se escribe con letra pequeña, sin necesidad de florituras prescindibles que dotan a la palabra, normalmente, de una importancia-arrogancia-tontería-status de la que carece. la minúscula encierra en sí misma una sencillez (que no vacío ni cutrerío ni inferioridad) despreocupada del efecto que causa, una afirmación de la naturalidad de la existencia. la humanidad más descarnada se escribe así, con minúscula. la minúscula es, sin más, y aparece despojada de toda la impostura que la mayúscula imprime. algunas veces confundimos la desnudez valiente de la minúscula con la orfandad y sin embargo, no hay nada más terriblemente patético y mediocre que ir de mayúscula cuando en el fondo no llegas ni a coma. pero ese no es el problema de carlos. al contrario.
cuando yo dibujaba, de pequeño, al DIOS imaginario (éste por ley en piedra nos hacen escribirlo con mayúscula) subido en una nube, en JESUITAS (arriba el fomento de la creatividad más rancia en colegios de curas), mis dibujos podrían haber pasado por un retrato de carlos díez, aunque es cierto que en aquel entonces yo dibujaba de blanco cualquier tipo de vello facial y la barba de chivo-talibán de carlos es tan negra como el deseo que acampa en los pasillos de los cuartos oscuros de medio mundo. no es casualidad que ambos se pareciesen en mis dibujos: estoy convencido de que si DIOS (con barba nívea o sin ella) fuese diseñador de moda, sería carlos díez. carlos además tiene algo de ser mitológico, como los centauros o el dios thor o marijaia y de personaje de ficción como holden caulfield o jim stark o luis molina. y algo de tendera de barrio de tetas grandes y actitud receptiva, de bonhomía y sexualidad contagiosas. y de bengala y fuego artificial. y de científico pasado de rosca, rollo doctor bacterio. y de motero naturista. y de puta. y de sapo-príncipe. y de príncipe-príncipe. también tiene un poco de graffitero, de lederona, de oso y de monje budista y de koala y de pez de espada y de esquizofrénico en continuo torrente creativo. tiene un rollo de confetti y de megatrón, de acdc y de macintosh. podría ser un cuadro del prado con un marco de leopardo plateado, si él quisiera. y, está claro, si fuese un objeto, sería un consolador de colores estridentes y turbinas aceleradas, dotado de la capacidad de producir un placer inimitable e indescriptible. por si fuera poco, carlos tiene un puntito de bombero salvador de insalvables y de base de techno y de guitarreo shoegaze y de copla revolucionaria y de viejo sabio y una dosis tremenda y cañera de empuje y empatía realmente esperanzadores. tiene el corazón, en resumen, más grande que este continente. de eso doy fe de primera mano. así se conjuga él: teniendo un poco de cualquiera de nosotros, aunque a primera vista pueda parecer que no. ahí reside parte de su magia. es todos sin dejar de ser él mismo. más o menos como dios, pero en minúscula.
esta deidad en minúscula mola mucho más que el otro: porque carlos tiene polla y coño (me encantaría hablaros de sus dimensiones pero las desconozco), como todas las minúsculas, (las mayúsculas no los tienen, no saben del sexo, son seres intocables, figuras de cera aburridas y fulgurantes que ni cagan ni mean ni estornudan ni tienen ningún parecido con un ser humano) y, además, la utiliza. tiene desparpajo y lo utiliza. carlos tiene gusto y a veces, no lo tiene en absoluto, cosa que como todo el mundo sabe es una forma más de tenerlo. y no como el otro DIOS, que lo único que hacía era apretar el culo a lo largo de media biblia y soltar discursos moralistas a la primera de cambio, sentando las justificaciones de barbaries inimaginables. carlos es el otro tipo de dios, el que mola y da vida: el de la celebración, la superación, el respeto, la lucha, la creación, la transgresión real y la tolerancia. virtudes complementarias de las que siempre hemos estado tan faltos.
además carlos tiene la misma fuerza que CRISTO, al menos cuando se cabreaba. a ver qué os pensabais: carlos también puede ser un torbellino (de hecho lo es a tiempo completo) y una plaga y una atracción de feria y un martillo. pero de su lado oscuro sólo sale luz, nunca recriminación ni hastío. esa es otra de sus cualidades más envidiables: convierte la mierda en oro (o mejor aún, en unos deliciosos macarrones caseros son salsa de tomate orlando), el alma negra en algo diario y cercano, entendible y deseable. la dota de buen rollo. a carlos le dan ataques compulsivos de una creatividad avasalladora, voraz, casi caníbal, como cuando a cristo le dio el brote psicótico (¿sería usuario descontrolado de psicotrópicos?) y se lió a latigazos con los mercaderes del templo. más o menos. carlos lo que ocurre es que lo canaliza mucho mejor que el otro flipado, y se lanza a una actividad acelerada en todas las disciplinas posibles: pincha con su dj-set “gora ta gora” (acompañado de su inseparable mano derecha-amigo-confesor-escudero Juanma Cabezón y de unas pelucas de un amarillo eléctrico ya tan famosas en madrid como él), hace publicidad non-stop, forma parte de todo tipo de asociaciones artísticas y de moda o directamente llama a todos sus colegas para que utilicen el espacio de su tienda (primero fue una antigua carnicería y ahora es un local reformado en la misma calle, testigo de la prostitución, el yonquerío y la existencia más variopinta) para exponer cualquier tipo de desviación (eso dicen algunos enterados) artística que se les haya ocurrido.
de nuevo, no sólo la tolerancia, sino las ganas y las energías de unir y construir que tiene carlos. porque carlos también es un perfecto paleta, un norman foster de las ilusiones indiscutible: ya no sólo ha creado un universo, sino un estilo de vida personal e intransferible. a su bola, como todo lo que vale y crea escuela. a capón. a contracorriente. en minúsculas, orgullosas de serlo.
es tal su arrojo que a veces tengo la sensación de que la realidad y la vida van demasiado lentas para él. le iría mucho mejor en un mundo sin concepto del tiempo y sin distancias. pero entonces carlos perdería parte de su descaro y eso no puede ser, porque carlos es de todo menos soso. es un fan de chandalismo y de la ropa street. del griterío y el exceso. del travestismo y de lo underground. del slang y de la elegancia, entendida a su manera. es un artista del desconcierto y de la vitalidad más desenfadada.
discípulos tiene y seguidores ni os cuento, aunque eso no es símbolo de nada, si no fijaros en PAULO COEHLO, en mayúsculas. es fácil comprobarlo en todas las últimas cenas que ha hecho en cibeles con las gradas a reventar y la expectación a punto de salir disparada del pabellón que la comprime. pero carlos no usa bienaventuranzas ni escritos coñazo ni leyes desfasadas, ni libros de autoayuda, ni peticiones y mandamientos absurdos. el utiliza su mundo que es muchísimo más entretenido, más sano, más real: su ropa. ese es su discurso: un grito a la libertad y a la defensa del poder de ser (algo tan emocionante como necesario).
me ha pasado muchas veces que asistiendo a un desfile de carlos, a una de esas ocasiones en las que en vez de multiplicar panes y peces, él multiplica adhesiones, admiración y colegueo, me he entretenido pensando que si yo escribiese un personaje del mundo de la moda me gustaría que fuera como él. y que, si yo tuviese los cojones, me gustaría también ser como él. nunca he sabido si seré capaz de hacerlo (cualquiera de las dos opciones). porque junto a carlos (ahora mismo recuerdo una noche en Barcelona hace ya años, antes de que la ciudad amaneciera con su imagen sobre un andamio en la campaña mítica de converse) he vivido experiencias inolvidables, tan divertidas y destroyers y nutritivas que piensas que nunca más volverás a sentir cosas parecidas.
carlos tiene muchísimos amigos (con orgullo y la cabeza bien alta me cuento entre ellos). y, que yo sepa, pocos enemigos. siempre lo achaco a que su alegría y vitalidad son tremendamente contagiosas. su visión, única. sus desfiles, un festín: la deformidad y excentricidad como bandera. un colocón de placer por todo lo alto donde la droga más cañera es la falta de prejuicios, .
yo creo que tarde o temprano alguna estrella en ciernes (las establecidas no se atreven todavía) se paseará por los aledaños de la gran vía en alguna de sus visitas de promoción, a espiar a las putas y las tiendas vanguardistas, por loreto y chicote (donde carlos tiene su guarida-tienda). me imagino por ejemplo a charlotte gainsbourg o jared leto o scott matthew o devendra banhart o incluso alguna señorona atrevida tipo faye dunaway o juan luis galiardo o elisabeth taylor o maria teresa campos. ese día se compraran un peto vaquero de carlos o una túnica estampada con el jeto del diseñador o unos jockey de pata larga y entonces quizá se presenten en los oscars luciendo un carlos díez y en ropa interior. ese será el día, y ocurrirá cuando menos lo esperéis, que el mundo descubra a uno de los pocos genios en minúscula (divinos, por cierto) que nos quedan. y entonces su figura ya será estratosférica y todo el mundo querrá ponerse su ropa. eugenia martínez de irujo y su madre, la duquesa de alba incluidas. hasta nati abascal le llamará para que la enfunde en tachuelas y oversizes. y carlos, que agradecido es un rato, le meterá de regalo unas converse de plataforma y un chulo bien dotado en el paquete que le envíe de ropa: para que la fiera se destense y se divierta un rato. y hasta que ese momento llegue seguiremos empeñados en escribir su nombre con mayúsculas: es lo que siempre ocurre en este país, tristemente. cualquier creativo tiene que triunfar fuera antes de que nos demos cuenta de lo que tenemos entre nosotros. así de triste.
aunque ya que estamos, entre nosotros, mi fantasía secreta es otra, mucho más malvada. a mí me encantaría que fuese MEL GIBSON el que entrase en loreto y chicote. y que diese la exclusiva al mundo de su homosexualidad (ante una sala de prensa internacional a reventar), enfundado en un carlos díez, en un mono de mujer directamente. poder ver eso, con alguien tan católico y tan en mayúsculas como este actor, sería la hostia. verle ponerse verde, sudar como una perra y comerse un poco de su veneno mayúsculero, tan pulcramente esparcido a lo largo de toda una carrera. eso sí que sería justicia poética.
pero si es por pedir, me conformo con que llegue el día en el que de una vez comencemos a escribir el nombre de este dios de santurce con minúsculas, como realmente se merece, de este palo: carlos díez.
es la única manera que se me ocurre de seguir manteniendo la humanidad y frescura que destila carlos en cualquier cosa que hace o dice. yo creo que se lo ha ganado con creces.
SINGULAR Magazine
Fotografía: MARKUS RICO